5 de agosto de 2011

Tres años a tu lado



Hoy es tu cumpleaños, felicidades mi pekeño bubu! Hoy hace 3 años que viniste al mundo, y tres años que estoy contigo. Sin duda, tu compañía es lo mejor que me ha pasado, lo sabes; sabes que eres un sueño para mí, que desde muy pequeñita soñaba con tenerte, con que fueses así de guapo (por eso tu nombre); así, a rayas marrones y negras, con ojos profundos, esa carita tierna de cógeme y achúchame (aunque cuando lo hago sé que no te gusta...que tú sólo quieres caricias y rasques, y que te dé pechuga de pavo braseada); lo sé, eres selecto, y en eso no has salido a mí. Somos madre e hijo y en un montón de cosas nos parecemos.
Como tal, tú estás súper bien alimentado (comida de marca, yo en cambio, marca blanca; es que el sueldo no da para comer bien los dos); tienes médico privado, habitación propia con tu cuna, tus juguetes...espacio más que suficiente, ¡una vida que ya la quisiera yo!

Lo mejor es llegar a casa y cuando ni siquiera me ha dado tiempo a meter las llaves en la cerradura, escucharte al otro lado; entrar y ver esos ojitos, sentir esas caricias... eres increíble Turco!

En lo que sí que nos parecemos es en el carácter; los dos nos cabreamos así, de repente. Estamos jugando y sin saber por qué te cabreas y vienes a morderme, "qué poco respeto a tu madre", te suelo decir. Es que me haces daño, por si no lo sabes... voy siempre marcada de arañazos pero sobre todo de mordisquitos que me vas dando y luego no hay quien vaya con falda enseñando pierna (porque entre lo que tú me haces y los golpes que yo me doy sin querer, parezco una mujer maltratada). Eso sí, ójala a mí se me pasasen los cabreos como a ti. Después de "pelearnos", cuando consigo cogerte, te castigo. Eso supone llevarte al ala este de la casa, esa zona de dos estancias con pasillo, en donde no hay peligro de que destruyas nada (bueno a veces, se nos olvida y dejamos cosas allí que luego quedan... que no sabemos ni lo que eran). Después de pasar un minuto, vuelvo a abrirte la puerta para dejarte entrar. Allí estás, sentadito, sin quejarte, sin maullar, y pasas al salón tan feliz, como si nada hubiese pasado.

Sé que ves a mi abuelo, me lo has dicho muchas veces, y no, no le gruñas! Si a él le encantabas, ya sabes que te decía que eras muy guapo y muy simpático. Menudo abuelo tenías nene! Él también se alegró muchísimo cuando te trajimos a casa, ni se lo creía, porque sabía que nunca me habían dejado tener gato.

Y qué me dices de cuando estuve malita en casa... ahí sí que me demostraste que me quieres un montón. Recuerdo que me encontraba fatal, y no podía ni moverme de la cama... todo el día allí tumbada. Lo mejor fue el verte todo el día a mi lado; como un hijo, no te separaste de tu madre hasta que me puse buena. Y eso siempre te lo agradeceré.

Espero que sigamos jugando (a mi forma, que la tuya es muy agresiva), y disfrutando el uno del otro como hasta ahora. Sabes que te quiero un montón, te lo digo todos los días.

¡MUCHAS FELICIDADES TURCO!

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